RECORRIDO EN EL TIEMPO DESDE "EL PISITO" HASTA NUESTROS DÍAS
Rosa María Arahuetes Portero
Departamento de Fisiología Animal, Facultad de Biología

Corrían los años 70 cuando la promoción XV, en la que yo me encontraba, finalizaba los estudios de la licenciatura en Biología, exactamente en el curso académico 1970-71. Por estas fechas el famoso edificio nuevo que albergaría nuestra Facultad, estaba ya prácticamente acabado y se empezarían a realizar los traslados de las Cátedras ubicadas durante muchos años en el famoso "pisito". Dejar aquellas dependencias de la facultad de Medicina suponía para muchos dejar un pedacito de su misma vida, con entrañables recuerdos que quedarían encerrados para siempre entre aquellas paredes, pero también suponía una tremenda ilusión el poder disponer al fin de un edificio propio como lo tenían el resto de las facultades.

Yo no estuve más que un curso académico en el pisito, era el año en el que cursábamos 5º de carrera y habíamos solicitado al profesor Fraile entrar en su Cátedra para realizar la Tesina. Hablo en plural ya que en ese lote de alumnos también se encontraban mis queridas amigas y compañeras Pilar López Luna, Tere Peg, Ángela Alsasua. Allí nos recibían otra tanda de compañeros y hoy extraordinarios amigos Elena Escudero, Asia Cañada, Andrés Irurzun, Esperanza Martín Aguilera, Ana Pérez Serrano, Rubén Rial. Todos estábamos arropados por el profesor Fraile, excelente persona y extraordinario docente a quien todos debemos lo que hoy somos. Mención especial en ese grupo merece su mujer Aurora Fraile, que con su simpatía arrolladora y su amabilidad, daba a nuestra convivencia un toque familiar y cómodo. En efecto aquello parecía una gran familia, mejor dicho, lo era. Otros mayores que nos acogieron y que ya formaban parte del profesorado de la cátedra eran Mercedes Alonso Bedate y Esperanza Martínez Conde, a las que es de justicia reconocer un cariñoso recuerdo y, como no, un sincero agradecimiento por ayudarnos a dar los primeros pasos en el mundo de la fisiología y de la investigación.

Aquel año en el "pisito" lo recuerdo con mucho cariño y sobre todo con la fuerza de la ilusión que teníamos entonces por estudiar, acabar la carrera, iniciarnos en el campo de la investigación y cómo no, por empezar a labrar lo que sería nuestro futuro.

La cátedra de Fisiología Animal no disponía de mucho espacio, pero todo estaba super- aprovechado. Recuerdo a la entrada una robusta mesa de biblioteca y un armario empotrado donde colgábamos los abrigos y en el que, dicho sea de paso, algún graciosillo como Rubén se escondió más de una vez para asustarnos cuando salíamos tarde del laboratorio. Un poquito más adentro estaba el pequeño hombrecillo clástico, que en silencio daba la bienvenida a todo el que por allí pasaba y con el que nuestro famoso Julián (al que todavía no había recordado) hacía chistes fáciles. Nadie del profesorado de entonces ha olvidado a aquel modelo desmontable como un juego, pero todos sabíamos que encerraba la maravillosa reproducción del cuerpo humano para estudiar toda la anatomía. Era y es una pieza extraordinaria que, junto con otros modelos biológicos de principios del siglo XX, hoy tengo la suerte de conservar en mi despacho.

El laboratorio era compartido tanto para realizar las clases prácticas de Fisiología con los alumnos, como para cacharrear con labores de investigación. Aprendimos a trabajar en un trocito de mesa con un pequeño cajón y sobre ella igual leíamos nuestros libros, revisábamos los famosos Current Contenst, traducíamos guinea pig por cerdo de guinea sin saber por supuesto que era el cobaya...etc. En otros momentos esa misma mesa se transformaba con un papel de filtro en nuestro quirófano experimental, donde recogíamos las muestras, se realizaban los análisis, se juntaban las gradillas de tubos con las del compañero de al lado....etc., pero nunca había problemas. El gran compañerismo que siempre vivimos allí suplía cualquier tipo de deficiencia. Y así, trabajando día tras día terminamos el 5º curso de la carrera, realizamos la Tesina que defendimos en ese mismo junio de 1971, y se acercaban los últimos días de seguir en el "pisito". El edificio nuevo estaba terminado y había que preparase ya para el traslado.

El traslado, como todo lo que hacíamos entonces, lo abordamos con muchísima ilusión, sentíamos que nuestras posibilidades laborales se ampliaban y que todo esfuerzo merecía la pena por lograr aquello que nos proponíamos. Ahora la meta más próxima era realizar la Tesis Doctoral y conseguir algún apoyo económico para afrontar los años venideros. Efectivamente, unos consiguieron becas, otros ayudantías, y así empezamos a caminar compatibilizando tareas docentes (los sábados trabajábamos) con la organización de los laboratorios y el desempaquetado de cajas, cajas y más cajas..etc. Estos primeros años, en la nueva facultad, no fueron precisamente fáciles, se invirtió mucho tiempo del que luego no entra a formar parte de los currícula, pero como antes dije, la ilusión que teníamos nos ayudó a trabajar por lo que sería después un gran departamento.

Recuerdo una anécdota curiosa que presencié entre el profesor Fraile y el arquitecto que dirigió la obra del nuevo edificio. Nos encontrábamos en la que sería la cámara fría (que así constaba en los planos) y el profesor Fraile le comentaba al arquitecto que debía desaparecer el radiador que allí había. Pues bien, el arquitecto contestaba una y otra vez que él la obra la tenía que entregar acabada y que el radiador no se movía. Lógicamente eso supuso un retraso mayor para que la cámara fría se pudiera poner en marcha y con ello su utilización, tan necesaria para llevar a cabo trabajos de investigación.

Tuvieron que pasar algunos años, desde aquel traslado, para contar con el apoyo de proyectos de investigación y así ver incrementada toda la infraestructura necesaria para abordar trabajos de calidad. Afortunadamente, poco a poco lo fuimos consiguiendo.

Logramos la primera meta propuesta: leer la Tesis Doctoral. Todos aquellos pipiolos que nos iniciamos en el pisito, fuimos desfilando uno tras otro ante aquellos tribunales cuya sola imaginación nos producía vértigo. La excepción fue Asia Cañada que, muy a su pesar y por razones personales, tuvo que abandonarnos. Su marido fue trasladado a La Coruña y ella, naturalmente, lo siguió acompañada de sus polluelos. Nunca hemos olvidado las lecciones de vida que Asia nos daba día a día con su bondadosa inteligencia. Su simpatía arrasaba y no olvidaré nunca cuando nos contaba como ganó su primera medalla de atletismo en una carrera a la que se había presentado ella sola. Nos hacía reír horas y horas.

Ya éramos doctores y a raíz de esto recuerdo otra anécdota por parte de la señora de la limpieza de entonces, nuestra famosa Consuelo, que nos decía: si sois ya doctoras ¿podéis entonces recetar?.

Pues bien, ahora venía la segunda parte: queríamos seguir en la Universidad y no quedaba más remedio que pasar por el aro de una maravillosa oposición, con encerrona incluida. Siempre me habían hablado de ese ejercicio con bastante crudeza e incluso he oído la anécdota de que un profesor de esta casa en tal situación se escapó por la ventana con un ataque de pánico. Lo entendí después de pasar por esa experiencia porque el estrés se apodera de ti. La sensación que yo tuve cuando se acababa el tiempo, era que venía la pareja de la guardia civil para llevarme al calabozo.

Aquellos pipiolos del pisito fuimos superando estas pruebas y conseguimos el puesto de trabajo que hoy seguimos disfrutando, pero para mí esto supuso perder de mi lado a aquellos amigos con los que me había iniciado, Elena Escudero se trasladaba a la Universidad Autónoma de Madrid, Andrés Irurzun y Esperanza Martín Aguilera a la Universidad de Valencia, Pilar López Luna a la Universidad de Alcalá de Henares, Tere Peg, que fue la primera, se trasladó a la Universidad de Zaragoza. Como antes comenté me dejaron sola, pero tengo que decir muy orgullosa que nuestra amistad y cariño han ido creciendo con el tiempo y sigo disfrutando de todos ellos. En este apartado quiero igualmente recordar a otro compañero y amigo que también se trasladó a la Universidad de Murcia, Jorge de Costa Ruiz, no era de la generación del pisito pero nos unió una gran amistad y compañerismo además de que opositamos juntos, y eso nunca se olvida.

Hubo otros compañeros que también abandonaron el mundo de la Universidad y dejaron aquí, en este departamento muchas horas de trabajo, es de justicia recordar a Ana Pérez Serrano, aragonesa de nacimiento y naturalista de vocación, con quien daba gusto pasear por cualquier sitio y que identificaba todo lo que se encontraba, planta, bicho, lo que fuera. Tuve además la suerte de compartir con ella y con Tere Peg la estancia en el Colegio Mayor Santa Teresa, en la calle Fortuny en lo que fueron unos años maravillosos.

Bueno, es ley de vida que unos se vayan y que otros vengan y ahora tengo que recordar a aquellas generaciones post-pisito que se incorporaron al laboratorio en años sucesivos y con los que también he trabajado codo con codo compartiendo tareas docentes e investigadoras. Hoy muchos de ellos forman parte del profesorado de este departamento: para todos mi más cariñoso afecto. Por temor a olvidar a alguno de ellos prefiero no traer a colación sus nombres.

El hilo conductor de la formación científica de todas aquellas generaciones ha sido la extraordinaria figura de D. Arsenio Fraile que nos ha dejado todo lo mejor de su maestría, su amor por la Fisiología, su interés por hacer Fisiología Comparada, su extraordinaria capacidad docente, su maravillosa humanidad, su generosidad.........etc. Con este etc. quiero incluir todo lo mejor que se puede decir de un extraordinario maestro. Desgraciadamente, ya hay en el departamento generaciones que no le han conocido, pero siempre está presente algo de su figura que a los viejos nos hace recordarle y nos permite transmitir a los más jóvenes, bien con anécdotas o comentando su obra, la impronta de su magisterio.

Los que tuvimos la suerte de convivir en el departamento con el profesor Fraile no olvidaremos nunca su capacidad para compaginar la actividad profesional y las relaciones humanas. La convivencia diaria en esos cafés que él propiciaba en los que igual se podía comentar desde el último chiste de moda, o la mejor película, o el último libro publicado de Fisiología Animal, hasta el resultado del último experimento realizado, etc. Todo esto formaba parte del día a día y, por si no era suficiente, también organizaba divertidas reuniones en su casa o en el famoso pueblo de Marjaliza alrededor de ricas viandas. La risa y los momentos agradables siempre estaban asegurados.

Quiero recordar también a otros profesores que pasaron por este departamento y dejaron su huella, como Emilio Herrera, Eduardo Goñalons, Ariel García Pardo; todos ellos marcaron época en este departamento y tienen también mi más sincero recuerdo.

En el año 1987 el profesor Fraile fallece. Hasta el final de su vida nos dio una lección. Fue admirable la entereza con la que llevó su enfermedad y cómo la compatibilizó con su trabajo. Nada le retenía para seguir enseñando Fisiología. Un tiempo después la que fue su cátedra sería ocupada por una persona que siempre estuvo relacionada con el departamento, Mónica de la Fuente. El despacho de D. Arsenio volvía a tener movimiento y el departamento la recibía con un gran afecto.

Con el paso del tiempo, y como es ley de vida, todos hemos ido envejeciendo y yo he pasado de ser la pequeña de aquella generación de pipiolos del pisito a ser de las que ocupan los primeros puestos para conseguir la jubilación ¡que fuerte!. Lógicamente han transcurrido 35 años, desde la décimo quinta promoción de licenciados en Ciencias Biológicas, a la que yo pertenecía, hasta la quincuagésima promoción que hoy estamos celebrando.

Hablando de jubilación recuerdo de nuevo a Mercedes Alonso Bedate que en el curso pasado (2004-05) dio por finalizada su actividad profesional, y no puedo dejar de resaltar que también ella ha dejado una extraordinaria labor científica en este departamento, continuada por el grupo de trabajo que deja. Desde aquí mi más cariñoso recuerdo para ella.

La evolución y el cambio desde aquellos inicios en la cátedra de Fisiología Animal al día de hoy han sido notables. Recuerdo el pequeño animalario del que disponíamos en la terraza del pisito: era una estancia multifunción que igual servía como laboratorio de trabajo o cuarto de estudio. Andrés Irurzun tenía allí sus cosas junto con Rubén y pasaban muchas horas cuidando aquello. Nos enseñaban a coger las ratas sin miedo, pues al principio nos daban pánico, y todos éramos responsables de mantener el animalario limpio y las jaulas cuidadas. A diferencia de hoy que disponemos de un animalario con unas espléndidas instalaciones en el sótano de la Facultad, con técnicos a su cargo, cumpliendo las normativas necesarias para disponer de este estabulario, contando con quirófanos, equipo para anestesia, salas de recuperación....Toda una maravilla con la que ni soñábamos entonces.

Hemos avanzado considerablemente gracias a la nueva tecnología, que nos ha proporcionado un gran apoyo a las tareas de investigación. La puesta a punto de nuevas técnicas nos ha permitido mejorar nuestra calidad investigadora. Hemos salvado los obstáculos necesarios para reciclarnos y formarnos en metodologías que debíamos incorporar en nuestros laboratorios. Además, actualmente contamos con los centros de ayuda a la investigación (CAIS), y a parte del animalario mencionado anteriormente, disponemos del Centro de Microscopía y Citometría (Microscopía Electrónica, Citrometría de Flujo y Microscopía de Fluorescencia y Confocal), el Centro de Proteómica y Genómica, el Centro de Cartografía Cerebral..etc. Esto ha supuesto una extraordinaria ayuda para llevar a cabo proyectos de investigación de calidad.

La llegada de la informática ha supuesto un avance extraordinario en todos los campos. Conservo en mi laboratorio una exposición de posters de congresos, desde los que hacíamos en plástico transparente a mano alzada, pasando por los escritos a máquina eléctrica en plan rompecabezas y fotocopias aumentadas, hasta llegar a los hechos por ordenador de una pieza e impresos en un plotter. Recuerdo que cuando iba a terminar la Tesis Doctoral, quise hacer una revisión bibliográfica en el Centro de Información y Documentación, lo que me costó exactamente el sueldo de un mes. Hoy, sin salir de mi despacho, estoy al día con todas las bases de datos a través de internet. También recuerdo el primer fax que se puso en la facultad, estaba en portería y aquello era una maravilla casi mágica; poco después pasamos a tener uno por departamento y hoy sin salir de nuestro despacho y a través de nuestro ordenador personal nos comunicamos con medio mundo.

Hemos avanzado en todo, no sólo en la tecnología e instrumentación: también hemos crecido en número de profesores, en técnicos de laboratorio, en administrativos.....etc. y es de suponer que debamos y tengamos que avanzar mucho más. También es cierto que todo esto tiene un precio y si comparo la actualidad con los años a los que me he referido al inicio de este escrito, quizá el precio más caro es la pérdida de esa gran familia a la que antes me refería y de esas relaciones humanas tan estrechas que nos daba tiempo a cultivar. Ahora caminamos tan deprisa que tenemos que pensar en pararnos de vez en cuando, reflexionar y tomar aliento para saber en qué camino estamos.

No quiero acabar esta líneas sin resaltar que hoy y gracias al esfuerzo de todos los que han pasado por este departamento y de los que seguimos actualmente formando parte de él, se ha logrado que el Departamento de Fisiología Animal II sea un gran departamento. Esto ha sido posible gracias a la semilla sembrada por el que fue nuestro gran maestro D. Arsenio Fraile Ovejero y a quien dedico desde aquí mi más cariñoso recuerdo.