Un bioquímico en la Corte de Biológicas
José M. Odriozola
Departamento de Bioquímica

Cuando escribo estas líneas, estoy desligado del departamento y de la facultad, por mi excedencia voluntaria, solicitada hace ya más de un año. Por ello, cuando me llamó Antonio Tormo y más tarde Lola Ochando, para "embarcarme" en este cometido, me sorprendió un poco. Debió de ser porque la veteranía es un grado y yo fui el primer biólogo que entró a trabajar (en mi tesis doctoral) en el antiguo departamento de Bioquímica, en 1967. ¡Hace casi 40 años!

Mis primeras semanas coincidieron con el traslado del pequeño grupo de Municio, ya que Don Angel había ganado la cátedra de Química Fisiológica de Ciencias. Hasta entonces, llevaba a cabo sus investigaciones dentro del Instituto de Lipoquimica…… en la calle de Juan de la Cierva………. perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La "movida" fue a la cuarta planta de la Facultad de Químicas donde nos ubicamos a partir de entonces. Como recien llegado me tocó colaborar muy activamente en el traslado de equipamientos, por métodos bastante precarios y "físicos". Entre ellos subir todo lo que me cabía en el ascensor, por las escaleras, con la ayuda de algunos bedeles, que juraban en arameo. De aquel pequeño grupo de doctorandos, todos bajo la dirección de Municio más algun investigador ya de prestigio como Antonio Ribera sólo continúa en el departamento Maria Pilar Castillón. Teníamos en Químicas casi un tercio de la planta que daba a la fachada de la Facultad. Al principio, como no eramos muchos, había suficiente espacio, aunque andabamos cortos de material de todo tipo. Parte del trasladado del CSIC, hubo que devolverlo, porque reclamaron su propiedad. Pero a los pocos meses y antes de acabar el curso 67-68 entraron nuevos doctorandos (no becarios, porque entonces casi nadie tenía beca) entre ellos algunos biólogos más (en el reino de los químicos) y empezamos a luchar por las poyatas mejor situadas.

En esos tiempos, la docencia en ambas facultades (el departamento fue interfacultativo desde sus inicios) la impartía Municio y el resto colaborabamos en algunas clases prácticas. En la Licenciatura de Ciencias Biológicas, sólo se daba la Química Fisiológica en tercero. La Facultad continuaba ubicada fundamentalmente en el "pisito" en una esquina del edificio de Medicina donde yo había estudiado la carrera. Y digo fundamentalmente porque las clases de las dos botánicas yo las tuve en el maravilloso Jardín Botánico (entonces no muy bien cuidado) en un Pabellón hoy restaurado, pero entonces con algunas ventanas rotas y donde hacía un frío espantoso. No nos quitabamos los abrigos y había que tomar los apuntes con guantes, para que el bolígrafo no se cayera de las ateridas manos. Ibamos en tranvía hasta Moncloa y de allí en autobús al Botánico. Este artículo, según me han dicho, es para un libro conmemorativo de la 50 promoción de la Facultad de Biología. La mía fue la décima y no sé muy bien dónde asistían a clase las primeras hornadas.

Cuando años después se inauguró la actual y horrorosa torre, que compartimos con Geológicas, en los primeros meses no funcionaba nada y además hacía un frío que pelaba. También a los pocos años hubo que reforzar los cimientos porque al estar construida sobre las terrazas arenosas del Manzanares comenzaron a aparecer unas grietas preocupantes en los sótanos que aconsejaron dicha operación.

En el reparto de los espacios del nuevo edificio, no nos "tocó" nada a los bioquímicos, a pesar de que ya por entonces teníamos bastante docencia en los nuevos planes de estudio. Seguíamos en Químicas, con algo más de sitio al habérsenos dado algo en la quinta planta porque el número de componentes del Departamento había crecido considerablemente. La mayoría seguíamos en los proyectos de investigación bajo la dirección de Municio, "el Jefe" para todo el personal, aunque a él, le llamábamos Don Angel y le tratábamos de Usted.

Durante muchos años, fuimos unos "convidados de piedra" en ambas facultades. Los químicos, nos consideraban una raza aparte, no totalmente integrada en su Facultad y nos trataban discriminatoriamente a la hora de los repartos de espacio, dineros, y plazas docentes. Los biólogos nos miraban como "invasores", porque eramos "poco naturalistas" y sólo íbamos a su Facultad a dar las clases teóricas pues incluso no teníamos espacio para las prácticas. Las malas lenguas decían que esta situación no molestaba en absoluto a Municio y no peleaba por mejorarla. Le gustaba tenerlo todo muy controlado y en sus "paseos diarios" por el pequeño Departamento, dedicaba a cada grupo o doctorando el tiempo necesario para dar sus sabios consejos, ideas o propuestas para los trabajos de investigación en desarrollo. Yo acabé mi tesis doctoral en el 73 y en el 74 me fui 3 años a la Universidad de Harvard con una beca posdoctoral, a trabajar con el Premio Nobel ,Konrad Bloch.

A mi vuelta, me tocó dar un montón de clases y prácticas porque la docencia había aumentado enormemente, con las nuevas especialidades en los planes de estudios de ambas facultades. En Biología teníamos muchísimos alumnos en la Rama Fundamental (llegamos a tener más de 800 un curso en Regulación del Metabolismo) y a todos los interinos nos tocaba arrimar el hombro. Además era deseable, porque por suerte comenzaron con esa masificación estudiantil (que incluía a muchos rebotados de Medicina, donde ya había "numerus clausus") a dotar plazas de profesores adjuntos y para opositar, había que tener experiencia docente.

Después de un fallo en la primera oposición que hice (por falta de tablas) saqué una plaza de Bioquímica (la Química Fisiológica había desaparecido años antes) en la Facultad de Medicina de la Complutense. Pero tuve la suerte de poder permutarla con José Antonio Ramos, que había sacado una en Biología y él prefería continuar con su trabajo entre los médicos. En el 81, saqué la plaza de Profesor Agregado en la Universidad del País Vasco, en unas oposiciones como se estilaban entonces: un tribunal formado por 7 catedráticos y unas pruebas con 6 ejercicios en 5 días. Era una auténtica competición, donde el tener resistencia física era fundamental. Continué hasta terminar el curso en comisión de servicios en Madrid, y en verano gané por concurso de méritos una cátedra de Bioquímica en la Universidad de León donde permanecí dos años. En cuanto tuve ocasión solicité regresar en comisión de servicios al Departamento de la Complutense. Tras dos cursos en esa situación gané por fin en otro concurso-oposición una plaza en propiedad, en Biológicas, mi "alma mater".

Ya por entonces, las líneas de investigación en el Departamento se habían multiplicado y había muchos directores de las mismas, aunque Municio seguía siendo el jefe del denominado Departamento Interfacultativo de Bioquímica y Biología Molecular I de la Complutense, uno de los más grandes de la Universidad. Seguíamos ubicados sólo en Químicas y al volver de León, me tocó estar más de un año en un pasillo de la cuarta planta reconvertido en lugar de trabajo, a pesar de ser catedrático. Al cabo de un tiempo, se inaguró el edificio que cerraba y ampliaba la Facultad de Químicas y al mudarse los del Departamento de Orgánica al mismo, heredamos sus laboratorios de prácticas en la cuarta planta y algunos huecos más (en uno de ellos conseguí un despacho para mí sólo, considerado todavía entonces un "lujo asiático").

Pasaron algunos años, hasta que al finalizarse el edificio anexo de la Facultad de Biología, nos tocó casi la primera planta entera con un diseño de laboratorios y servicios complementarios adaptado a nuestras necesidades. No conseguimos que nos concedieran toda la planta porque a pesar de tener la mayor carga docente en relación al número de plazas de profesores de toda la facultad, todavía se nos seguía tratando como a extraños (o al menos esa era nuestra sensación). Todavía perduran, separados por el bautizado por los bioquímicos como "muro de la vergüenza" que dividió el pasillo un buen número de despachos concedidos al Departamento de Genética ,en esta planta.

Recuerdo de todos esos cursos ,desde mediados de los 80 y casi todos los 90, que como miembro de la Junta de Facultad representando a profesores numerarios ,me esforcé junto con otros miembros del departamento que como yo nos ubicamos en este anexo de Biológicas (Carmen Acebal, Nano Perera, Pepe Castro) en querer convencer a nuestros colegas de que éramos una parte fundamental de la Facultad y que nos sentíamos totalmente integrados en ella. Creo que hasta que Carmen fue Vicedecana no se nos admitió realmente como tales. Espero que ahora las cosas vayan mejor.

Nunca llegamos a oficializar una simbólica "ruptura" entre las secciones en ambas facultades y el departamento sigue siendo único, con decenas de líneas de investigación, más de 60 profesores (la mayoría de plantilla), seis catedráticos (sin contarme a mí) y cientos de alumnos a los que se imparte docencia (la masificación en la Complutense pasó ,por suerte, a mejor vida).

El crecimiento del departamento ha sido espectacular y en mi modesta opinión, la calidad de la docencia impartida y los numerosos trabajos de investigación publicados sigue siendo muy alta. El director del Departamento, Pepe Gavilanes, que sucedió a Municio al jubilarse este, ha sabido mantener hábilmente (aunque no lo parezca a veces) una cierta "paz social", nada fácil en un departamento tan grande y complicado como este, inmerso en las tradiciones universitarias, donde todo el mundo se considera "especial" y muy listo. A la vez ha transmitido el espíritu que tenía "el Jefe", de hacer todo con la máxima calidad posible y con "vergüenza torera", es decir, con apego a dar cada uno lo mejor de si mismo y tener aprecio por el trabajo bien hecho.

Los colegas del Departamento tuvieron la deferencia de darme una cena de despedida a a la que asistieron unos 50 miembros del mismo y de regalarme (además de muchos recuerdos entrañables) una preciosa escultura que simboliza la amistad.

Gracias a todos ellos. Deseo larga vida de éxitos docentes y científicos a mi querido Departamento.